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Control de accesos a edificios: tecnología al servicio de la vigilancia
Vigilar las entradas a edificios públicos y privados ha sido una preocupación desde antiguo. Primero se conseguía mediante la vigilancia física, con guardias o personal especializado. Pero la tecnología ha ido dejando atrás este tipo de vigilancia y hoy un control de accesos electrónico ofrece muchas más garantías y fiabilidad que la presencia de personal, aunque esté altamente cualificado para estas labores.
Es más, los controles de accesos se utilizan en casi cualquier tipo de inmuebles, espacios o recintos. Se utilizan en las entradas a los centros deportivos, en los accesos a zonas sensibles de hospitales, en centros de trabajo e incluso en aparcamientos para garantizar que quien entra está autorizado.
Control de accesos: evolución
Hoy en día los controles de accesos son absolutamente fiables porque la tecnología ha avanzado hasta límites que hace unos años parecían de ciencia ficción. Los primeros sistemas eran unas simples tarjetas con un código alfanumérico que, al fin y al cabo, se podían prestar a personas no autorizadas.
De ahí se ha evolucionado a los más modernos sistemas que utilizan parámetros físicos únicos de cada persona, parámetros infalsificables. Los más avanzados sistemas de control de accesos combinan la tradicional tarjeta con la huella dactilar e incluso con el iris. De esta manera, es absolutamente imposible que una persona no autorizada pueda entrar en un espacio restringido.
En ocasiones, este tipo de control se combina con vigilancia física, pero realmente la eficacia de estos modernos sistemas hace que la presencia de personal en las entradas sea innecesaria.
Controles de accesos como medida de seguridad
Un control de accesos es un medio más que eficaz de evitar el paso de personas no autorizadas. Imaginemos un laboratorio en el que se trabaja con sustancias peligrosas o una zona de aislamiento en un hospital. Se deben extremar las medidas para que solo pueda entrar personal que cuente con la acreditación correspondiente.
Pero existe un uso de los controles de acceso distinto, que tiene más que ver con la seguridad derivada del número de personas que acceden a un recinto. Pongamos un ejemplo: un aparcamiento público. Este tipo de sistemas bloquea las entradas cuando el recinto no tiene plazas libres. De esta manera se evita que se acumulen los coches en los pasillos o los bloqueen, con el riesgo que esto supone.
Es tal la utilidad, la comodidad y las ventajas que ofrece el control de accesos que su uso se ha extendido a casi cualquier tipo de edificio, incluso residenciales. Y no es un elemento extraño ni que resulte amenazador, se ha interiorizado como una herramienta “amigable”, un instrumento para aumentar la vigilancia y, en definitiva, nuestra seguridad.
Redactado por Javier Romero